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¿De qué estamos hablando?

para empezar, los probióticos son microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, confieren un beneficio a la salud. Estos pueden formar parte de la composición de distintos tipos de productos, entre los que se incluyen alimentos (alimentos funcionales), medicamentos y complementos de la dieta.

Así mismo, se denomina la microbiota autóctona de nuestro cuerpo a la parte que está constituida por el conjunto de microorganismos que colonizan establemente la superficie epidérmica y la de las mucosas. La microbiota juega un papel esencial en nuestra vida, hasta el punto de que ésta sería imposible en su ausencia. El número de microorganismos que la componen supera en unas diez veces al de células de nuestro propio organismo y, por ejemplo,el 50% del volumen de nuestras heces está constituido por microorganismos que habitan en nuestro aparato digestivo.

La microbiota se distribuye en el organismo a lo largo de la piel y las mucosas que tapizan las cavidades que se comunican con el exterior, estando vedada la colonización del medio interno, donde la presencia de microorganismos despierta, invariablemente, una respuesta inmunitaria destinada a eliminarlos. La microbiota presente en cada localización es característica de la misma y está adaptada a las condiciones que imperan en ella.

La relación con nuestra microbiota es esencial, por eso cuando este se ve alterado, ya sea por el cual los microorganismos predominantes no son los que se encuentran habitualmente en él o las proporciones no son las adecudas, se denonima Disbiosis.

Como consecuencia, los efectos beneficiosos asociados a la microbiota autóctona se ven atenuados, pudiendo llegar a la alteración de la fisiología de la zona afectada, pudiendo llegar a causar una patologia. Dichas alteraciones NO se limitan a procesos infecciosos, sino que también se las ha relacionado con diversos procesos autoinmunitarios e inflamatorios como las alergias, la obesidad o la enfermedad inflamatoria intestinal.

Para ello, los probióticos se utilizan para restaurar el equilibrio con nuestra microbiota alterada, recuperando los efectos beneficiosos de la misma. La calificación para que un microorganismo pueda ser calificado como probiótico debe cumplir una serie de requisitos, entre los que cabe destacar:

– Estar correctamente identificado. Se requiere que la identificación sea a nivel de género, especie y cepa, , dado que los efectos beneficiosos demostrados en una cepa concreta no son extrapolables y atribuibles a otra cepa de la misma especie. 

– Carecer de factores de virulencia y/o capacidad de producir metabolitos indeseables para el hospedador, requisito que reduce de forma muy importante los candidatos a ejercer este papel. 

– Demostrar científicamente, mediante ensayos clínicos en humanos, los efectos beneficiosos en la salud del hospedador y la seguridad del microorganismo que los produce, más allá de los beneficios inherentes a la nutrición básica. 

– Mostrar tolerancia a las condiciones del entorno donde ejercen su acción y mantenerse viables y funcionalmente activos en el tracto gastrointestinal. Para ello deben ser resistentes a la destrucción por las secreciones gástricas y de la bilis, y deben poseer la capacidad de adherirse al epitelio intestinal, así como la de colonizar el tracto gastrointestinal, aunque sea por periodos cortos de tiempo.

– Estar en una cantidad suficiente para poder ejercer el efecto deseado. Esta cantidad suele ser muy elevada, del orden de cien a mil millones de unidades formadoras de colonias (UFC) por dosis.

– Los microorganismos incorporados deben ser viables en los productos a los que se incorporan. Deben ser resistentes a las condiciones de procesado, conservación y mantener su viabilidad en cantidad suficiente durante la vida útil del producto en el que se administran.

Los beneficios proporcionados por la ingesta de probióticos requieren de su uso regular y de la idoneidad del probiótico elegido para el estado patológico a tratar.

Los principales beneficios derivados de la administración de probióticos son los siguientes:

– Son útiles en la prevención y el tratamiento de diarreas infecciosas (rotavirus en niños) y a las debidas al consumo de antibióticos

– Disminuyen la intolerancia a la lactosa 

– Reducen los síntomas de la inflamación intestinal, íntimamente relacionados con los daños en la función barrera de la mucosa intestinal.

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Disminuyen los niveles de colesterol, por disminución de la concentración plasmática de LDL y colesterol total.

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Modulan el sistema inmune: reducen la severidad de los síntomas y previenen algunos procesos alérgicos, asma, dermatitis atópica, etc..

Es un hecho que el empleo de probióticos está cobrando una alta importancia tanto en la dieta diaria de muchos pacientes, como en la consulta farmacéutica. Las evidencias científicas que dan a conocer los beneficios que llevan asociados su consumo provocan que sean productos muy bien aceptados por el farmacéutico y por el paciente.

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